La Superintendencia de Bancos (SB) lo tiene claro: La tasa de morosidad se identifica como la proporción de la cartera vencida con respecto a la cartera total. En marzo de 2003, justo al explotar la crisis financiera tras la quiebra de tres bancos, este indicador estaba en 14.27%, mientras que ahora no alcanza el 2.0%. Esto es una demostración de la mejoría en la gestión del riesgo. La banca de hoy no sólo es más cauta, sino que dispone de más herramientas para determinar a salud de su cartera de crédito.
Ahora no basta solo con la “morosidad siempre”, por decirlo de alguna manera, sino que ahora la morosidad tiene un apellido más abarcador y complejo. Se trata de la “morosidad estresada”, uno de los indicadores ampliados que, según el órgano regulador, ofrece una visión más completa sobre la situación de las carteras de crédito dado que toma en cuenta distintos elementos que la medición convencional no incluye.
¿Cuáles son los aspectos que toma en consideración la morosidad estresada? Pues no sólo toma en cuenta la cartera vencida, como la definición tradicional, sino que incluye la cartera en cobranza judicial, el balance de tarjetas de crédito con atrasos de 31 a 60 días, los créditos reestructurados normales y temporales, así como el nivel cumulativo de los últimos 12 meses de castigos y adjudicaciones.

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